La babosa moteada es originaria de Nueva Zelanda y del sudeste de Australia y aún no está claro cómo llegó a nuestras playas. La amenaza de esta especie radica en su capacidad para generar una poderosa neurotoxina que puede ser mortal hasta para los humanos.
El primer registro de una babosa de mar moteada en Argentina data de octubre del 2009 y se dio, curiosamente, en Mar del Plata, en la misma ciudad que, 14 años después, vuelve a mirar a esta especia exótica con ojos de preocupación a partir de las sucesivas muertes de perros que se reportaron en la Costa Atlántica durante este tramo de la temporada estival.
El organismo invertebrado, conocido científicamente como Pleurobranchaea maculata, es originario de Nueva Zelanda y del sudeste de Australia, mide entre dos y quince centímetros y suele habitar desde la costa hasta unos trescientos metros de profundidad, aunque también puede aparecer en la orilla de una playa al ser arrastrado por una combinación de viento, mareas y corrientes.
La babosa moteada es considerada una “especie invasora” ya que puede almacenar cantidades importantes de neurotoxinas potencialmente peligrosas en el manto y las gónadas. Lo que no está muy claro es cómo llegó hasta nuestras playas: se presume que fue introducida accidentalmente a bordo de un barco pesquero, algo que también explica la locación de su primer registro a nivel país: el puerto marplatense.
En su sitio web, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación confirma que la babosa moteada fue “registrada por primera vez en Argentina en octubre de 2009 en el puerto de Mar del Plata”, y que también hubo reportes de su presencia en el Golfo San Matías, Golfo San José y Golfo Nuevo.
El antecedente de Nueva Zelanda
A mediados del 2009, el gobierno de Auckland recibió numerosos llamados por casos extraños de envenenamiento de perros en las costas de la ciudad. Luego de analizar el contenido estomacal, el moco esofágico y/o el vómito de algunos de los animales afectados, se determinó que catorce habían sido intoxicados por babosas ingeridas en la playa, y como consecuencia cinco canes murieron.
Tal como fue indicado por las autoridades neozelandesas, los síntomas "comunes" de los perros intoxicados incluyeron vómitos, ataxia, bradicardia y letargo, mientras que la sintomatología "variable" refería a salivación anormal, diarrea, fasciculación muscular, fallas respiratorias, arritmia cardíaca y, en última instancia, la muerte.
La TTX, el arma mortal
Los descubrimientos de aquel entonces en Nueva Zelanda tuvieron características extraordinarias ya que se trató el primer reporte de tetrodotoxina (TTX) para el país y fue, al mismo tiempo, la primera vez que se detectó esta toxina en una babosa de mar.
En un trabajo publicado en marzo del 2016 por el investigador Nicolás Battini para la revista Patagonia, se detalla que la TTX es una biotoxina no proteica semejante en cuanto a estructura y toxicidad a la saxitoxina (STX), que es más conocida por ser la toxina paralizante de moluscos, una de las causantes de la “marea roja”.
Al igual que la STX, la TTX actúa a nivel de los canales de sodio voltaje-dependientes de las neuronas y músculos, impidiendo la conducción nerviosa y generando parálisis muscular. La ingestión de tan sólo 1-2 mg de TTX puede ser mortal para los humanos”, se advierte en la misma publicación a la que accedió 0223.
Lo que se supone es que la bioacumulación de TTX tendría una función defensiva tanto para los adultos como, especialmente, los huevos que coloca la babosa de mar moteada en su etapa de reproducción. La presencia de esta peligrosa toxina también explicaría la falta de depredadores naturales conocidos que se alimenten de las babosas moteadas.
“Normalmente, las babosas moteadas se hallan casi exclusivamente bajo el agua. Sin embargo, en algunas ocasiones - como por ejemplo después de vientos fuertes- muchos individuos son arrastrados hasta las playas junto con otros organismos, en lo que se conoce comúnmente como 'arribazones'. Es allí donde revisten el mayor peligro, dado que están al alcance de perros y otros animales, e incluso niños pequeños”, advierte Battini.
Sin remedio
En caso de sufrir una intoxicación por TTX, el hombre del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) también aclara que “desafortunadamente no existe un tratamiento específico contra esta toxina, por lo que se recomiendan tratamientos paliativos como el lavaje estomacal”.
El investigador de Puerto Madryn sugiere, entonces, “evitar el contacto de las babosas por parte de niños y mascotas” y “estar alerta sobre todo cuanto se encuentran grandes cantidades de algas costas”.
Desde el Ministerio de Ambiente brindan las mismas recomendaciones, a través de la página web del Gobierno: “Se recomienda no tocarlos ni colectarlos. En caso de ser observados en la playa, se debe mantener a los niños y mascotas alejados de los mismos”.
Ninguna advertencia es en vano: en lo que va de esta temporada, ya se notificaron en Villa Gesell tres muertes de perros que murieron intoxicados por la ingesta de estos pequeños animales marinos. En Pinamar también hubo otros cuadros similares, aunque no fueron mortales, y en Mar del Plata no se han reportado oficialmente fallecimientos pero la preocupación está instalada.
El jueves, por lo pronto, está previsto que se desarrolle una reunión virtual a nivel provincial, con participación de funcionarios municipales y de agentes del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), para informar sobre la problemática de verano a los entes de Zoonosis y a veterinarios privados.
Fuente: www.0223.com.ar