El ganado ya sufre el estrés térmico y se agravaría hacia fines de este siglo. Argentina, uno de los países afectados.
Cuando se habla de las temperaturas extremas registradas en distintas latitudes en el último tiempo, se suele prestar atención al calentamiento global -acelerado por la emisión descontrolada de gases de efecto invernadero- y sus efectos negativos en la vida de las personas. Pero poco se dice de los animales y, en especial, de las vacas, tema en el que puso el acento una investigación reciente, que apuntó al desafío inimaginable que podría implicar tener que ponerlas a resguardo de ventilación o aire acondicionado.
Publicado este jueves en la revista especializada Environmental Research Letters, el paper sale de la usina de dos universidades africanas y una estadounidense: las de KwaZulu-Natal y Cape Town, y la de Chicago. El título es bien elocuente: “Riesgo global de estrés por calor para el ganado debido al cambio climático global”.
Ofrece un pronóstico de lo que ocurrirá a fines de siglo si no se reducen los gases de efecto invernadero (GEI), emisiones mayormente controlables por los Estados y la industria, que impulsan que (en el contexto del cambio climático que el planeta inevitablemente transita) el calentamiento global se esté acelerando.
De no cambiar el escenario actual, dice el trabajo, a fines de este siglo, más de mil millones de cabezas de ganado podrían quedar expuestas al llamado “estrés por calor” (o "estrés térmico"), situación que no solo perjudicará el bienestar animal sino que afectará la productividad agrícola y, en consecuencia, la seguridad alimentaria.
El trabajo no es muy alentador con respecto a los tiempos: si bien el mundo tiene chances de aplacar los efectos más severos previstos por el informe, habrá que (sí o sí) apelar a distintas soluciones que mitiguen el impacto general del cambio de temperatura. La ventilación o el uso de aire acondicionado no pueden descartarse, dicen.
Según Michelle North, veterinaria investigadora de la Universidad de KwaZulu-Natal y primera autora del trabajo, el estudio “muestra que el ganado está cada vez más expuesto a temperaturas que afectan su bienestar, lo que reduce el crecimiento y la producción y lo que potencialmente conduce a un aumento de las muertes”. Y sin muchas vueltas lanzó que el estrés podría implicar que la ganadería sea “cada vez menos viable en muchas partes del mundo”.
Argentina, en el mapa del estrés ganadero
El pronóstico del paper señala que Perú tendrá un rápido aumento en el riesgo de calor ya en 2030. Además países como Brasil, Paraguay, Uruguay y el noreste de Argentina, el ganado podría sufrir estrés por calor hacia finales de siglo.
Si eso pasa, subrayan, no sería un estrés “ocasional”. Dado el debilitamiento -ya evidente- de las estaciones intermedias (otoño y primavera), cuando el final de siglo se acerque, los episodios extremos podrían durar más de la mitad de cada año.
Son pronósticos y, por ende, el trabajo subraya varias veces la necesidad de que tanto el sector ganadero como los gobiernos, impulsen desde ahora medidas preventivas.
North lo definió como “soluciones simples”, estrategias diversas en materia de tiempo, costo y grado de eficacia que implicarían cambios (algunos, sacrificados, pero decisivos) en la modalidad de producción.
Calentamiento global: propuestas de mitigación
Con una producción de ganado cerca de los niveles actuales pero aplicando una rápida reducción de las emisiones de GEI, el impacto bajaría al menos un 50% en Asia, un 63% en América del Sur y un 84% en África, asegura el trabajo.
En cualquier caso, las conclusiones del paper señalan que la adaptación de los sistemas ganaderos para reducir los impactos del estrés térmico será, en cierta medida, esencial, aun si se logran algunos objetivos de mitigación de emisiones de GEI.
¿Qué se podría hacer? Combinar algunas de las siguientes propuestas: aplicar modificaciones en el lugar de producción (dar más sombra, mejor ventilación...), apelar a estrategias para minimizar la producción de calor metabólico (como cambiar el momento de la alimentación y el tipo de alimento) e, incluso, apuntar a una selección genética distinta.
Quiere decir: apuntar a la misma estrategia que hace tiempo se utiliza (con naturalidad) para la agricultura, pero en el caso de los animales podría revertir alguna polémica. Implica diseñar, por ejemplo, vacas u ovejas, cuya genética esté en sintonía con los nuevos tiempos. Un mundo con animales más tolerantes al calor.
Fuente: Irene Hartmann - Clarin.com